domingo, 22 de noviembre de 2015

Instrucciones para llorar


Dejando de lado los motivos, por ejemplo el hecho de que haya ganado la derecha, atengámonos a la manera correcta de llorar -por el tiempo que se ha ido y por el que vendrá- entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. O piense en una sociedad que acaba de rifar su futuro. Piense por qué ha decidido repetir recetas que ya han fracasado. ¿Por qué hay mucha gente racista? ¿Por qué no nos miramos en el espejo para reconocer lo que somos? que la felicidad no es un globito amarillo. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


FIN

Julio Cortázar -Con intervenciones de A.Z.

domingo, 30 de agosto de 2015

Cuentos y leyendas populares de la Argentina

Comparto el enlace para descargar el Tomo I de los Cuentos y leyendas populares de la Argentina, el cual es una compilación llevada adelante, luego de años de investigación, por la docente e investigadora Berta Elena Vidal de Battini (San Luis, 1900-1984). Clikear aquí para descargar el archivo pdf.
En la página del Instituto Cervantes se pueden encontrar el resto de los Tomos -diez en total-, algunos de los cuales pueden descargarse y otros leerse online.

La gallina degollada

Uno de mis narradores preferidos. Alberto Laiseca, interpretando La gallina degollada, el famoso cuento de Horacio Quiroga.



Más cuentos...

Hola de nuevo!
Les dejo aquí un video de la serie Cuentos del árbol, que se emite por el canal Pakapaka. Espero que lo disfruten y se animen a explorar la oferta que este canal tiene en youtube, ya que ahí encontrarán abundante material audiovisual.


sábado, 29 de agosto de 2015

El entendimiento y la memoria

Compartimos un curioso relato sobre el inicio de los tiempos narrado por Carolina Rueda, cuentista colombiana, ampliamente reconocida por su labor como promotora de relatos populares de toda latinomérica.

viernes, 28 de agosto de 2015

Narración oral

Hola a todas y todos!
Retomamos la conexión a través de este medio. En este caso, para complementar nuestras clases con material relacionado con la "narración oral".
Navegando por la web uno puede encontrarse con mucho contenido. Por ejemplo, podemos visitar el canal Pakapaka y las distintas ofertas que tiene.
Les dejo un video de muestra. Espero que les guste tanto como a los niños que escuchan la historia.

No es de juglares portarse bien

Denunciar no es una obligación universal. Los que no ven problemas, no tienen por qué hacerlo. En cambio sí es una obligación moral cuando no se está de acuerdo. Estamos obligados por nosotros mismos, por nuestro equilibrio, nuestra salud, a hacer algo. En la producción infantil, y en particular en la canción infantil, es llamativa la falta de rebeldía que aún hay. Salvo algunas excepciones, quedan afuera muchos aspectos importantes del mundo infantil actual, ya sea urbano o rural. La canción infantil es un arte "sin vanguardia" y "sin protesta", por decirlo así. Y, generalmente, cuando algo nos parece "novedoso", en realidad es porque se acerca al lenguaje de la época. 

Hablando de la literatura infantil, Alison Lurie señala... "De las tres preocupaciones más importantes que impregnan la ficción de los adultos -el sexo, el dinero y la muerte- la primera se halla ausente en la literatura clásica infantil y las otras dos, si aparecen, es de forma muy cambiada... Aunque hay excepciones interesantes, los libros infantiles contemporáneos más subversivos generalmente se ciñen a estas normas convencionales. Retratan un mundo ideal de seres perfectibles, libres de la necesidad de luchar por la supervivencia y la reproducción: no es un mundo meramente bucólico sino paradisíaco -ya que sin sexo ni muerte, los humanos pueden convertirse en ángeles-. El niño romántico que quiere alcanzar las nubes no está tan lejano como pudiéramos pensar...

Esto es doblemente cierto si lo trasladamos a las canciones infantiles. Su mundo no parece tener mayor problema con los valores aceptados. Si eso refleja que estamos de acuerdo con todo, estamos siendo coherentes. Si no es así, hay que repasar lo que estamos diciendo. Sigue siendo algo complejo de explicar por qué se avanzó tanto, en términos conceptuales y de producción, en literatura infantil, y por qué estamos tan atrasados en la canción infantil. A lo que más llegamos es a escaparnos al mundo de la fantasía, o al del humor pero en los dos casos son fugas de la realidad. Lo que comúnmente se encuentra en las canciones infantiles, en términos de fantasía e imaginación, es una versión muy pobre y parcial de la verdadera potencialidad de la imaginación y la fantasía. 

Se crean mundos paradisíacos, en donde los animales se comportan como humanos y los humanos se comportan como ángeles. Mundos estáticos, en el sentido de que sólo describen; raramente son la expresión de un conflicto o de un dolor que busca resolverse. Son fotos: trenes que pasan, barcos, flores. Podríamos decir que una buena parte de las canciones infantiles son paisajísticas. Esa es una de las formas más inocuas en las que podemos ocupar nuestra fantasía e imaginación. Raramente recurrimos a la imaginación para trastrocar un orden dado, o para crear una ironía descarnada, o para generar una metáfora que golpee.

Luís María Pescetti

jueves, 25 de junio de 2015

Reseñas...

Hola a todas y todos,
Como acordamos en la clase, iré enlazando en este blog algunos links hacia páginas que contienen reseñas de libros sobre Literatura infantil y juvenil.
En este caso, les dejo la página de Imaginaria, en donde encontrarán las reseñas ordenadas alfabéticamente por autores.

Aquí les dejo algunos enlaces directos:

Kaufman, Ruth (texto) y Cristian Turdera (ilustraciones): La Reina Mab. El hada de las pesadillas. (Versión adaptada por Ruth Kaufman del poema “Reina Mab” de Romeo y Julieta de William Skakespeare.) (2/9/2008)
Wolf, Ema: Filotea(17/10/2001)

Es necesario leer más de una reseña para luego elegir una e imprimirla para llevar a clases.

miércoles, 24 de junio de 2015

El lector modelo_ Ema Wolf

La escritora analiza la manera como ella construye un escrito y a la vez un lector. Los lectores son siempre distintos, adecuados a la imagen que ella construye. Por eso sus historias tienen aceptación, porque piensa en el lector. En ese orden de ideas, y como una manera de respetar y formar a los lectores, la autora sugiere que el adulto actúe consecuentemente cuando le pide a un niño que lea: que él mismo sea un lector, con criterio y sin deseos de pedagogía. Sólo debe ser un mediador, un consejero que ayude a desarrollar en el niño su deseo de ser un lector autónomo y feliz.

E1 tema del lector modelo pertenece a toda la literatura, no sólo a la que es para los chicos. Todo autor construye con su texto un lector. Lo construye, aun sin proponérselo, para cada libro que escribe e indirectamente también para sí. Pero no porque tenga configurado de antemano un lector con rasgos precisos, contabilizables. Mi impresión, cuando escribo, es que estoy haciendo un lector a mi imagen, que se me parece, que en el momento de sentarse a leer va a desear lo mismo que yo deseé mientras escribía. Ese lector será diferente en cada libro, porque son distintos tanto la idea que dio origen al libro como los resultados. La edad que tenga no es para mí un problema a priori, es un hecho que se desprende: ese texto será para quienes tengan la competencia de lectura necesaria para entenderlo y disfrutarlo. Lo único previo es la idea que se me ocurrió. Si es muy sencilla -El rey que no quería bañarse- su tratamiento también lo es, y ese texto incluirá a lectores pequeños. Si es más compleja -Perafán de Palos- los recursos de escritura son otros y sólo será accesible a lectores más entrenados. Entonces buscaré la colección adecuada para arrimar al mayor número posible de esos lectores. Pero nunca tengo sensación de pérdida al escribir, de tener que resignar palabras o recursos. La idea es como un embrión, y sólo trato de desarrollarla de la manera más armónica. Después se verá quién lee eso. Me refiero a que si uso la palabra «mar» y descarto «piélago», no es por miedo a que alguno de mis lectores no me entienda sino probablemente porque «piélago» va a caer en ese texto como un cascote. Sé que mis libros les gustan a los chicos porque me lo corroboran años de contacto con ellos. Pero me pasa algo curioso: si me preguntan cuáles creo yo que son sus intereses específicos -descontando la escuela, para ellos inevitable-, por supuesto no sabría bien qué contestar. No digo que no existan o que no estén presentes en mis cuentos, sino que no atino a verlos como problemas exclusivos de los chicos. De hecho si un chico no quiere bañarse -supongamos que se identifique con el rey- es también un problema de la madre y de cualquiera que lo huela; además hay mucha gente a la que nunca le gustó bañarse. Los piratas, las plantas carnívoras y los gatos me fascinaban de chica y hoy me siguen fascinando, por eso cuento historias con esas cosas. Y me siento una adulta escribiendo, nunca me sentí una niña... Tal vez yo sea un caso patológico de alguien que no maduró, pero no percibo que mis intereses y los de mis lectores sean sustancialmente diferentes. Si al escribir me pusiera en el papel de madre, psicóloga o maestra tal vez sería otra cosa. Pero yo no me propongo educarlos, ni tratar sus miedos ni enseñarles nada. Quiero inventar historias que me gusten a mí, a ellos o a cualquiera, y que la pasemos bien todos juntos. Sospecho que todavía hay restos de una literatura infantil que confundió el lector modelo con el niño modelo que buscaba. Ahí sí veo un lector construido de antemano. Un lector que es un «otro», que circula en un gueto delimitado y distinto al del autor. Como el chico es un ser maleable, le administrará mensajes inequívocos. El autor pasa a ser autoridad, y el libro un vehículo de propósitos formadores, no un fin en sí. Esta literatura paternalista necesariamente también supone a un chico menos sensible e inteligente, por eso muchas veces abunda en especificaciones y redundancias; hasta pone signos de admiración en los pasajes donde el chico debe asombrarse -yo encontré algunas de estas cosas en viejos textos míos, cuando una empieza a construir. Mi impresión, cuando escribo, es que estoy haciendo un lector a mi imagen, que se me parece, que en el momento de sentarse a leer va a desear lo mismo que yo deseé mientras escribía. Ese lector será diferente en cada libro, porque son distintos tanto la idea que dio origen al libro como los resultados siguiendo modelos prefigurados. De ahí sólo pueden salir lectores pasivos, sin nada que aportar a la lectura porque el autor lo hizo todo. Diría Eco: no necesitan coparticipar en la creación del texto rellenando agujeros de significación porque está todo dicho, bien claro frente a sus narices. (Algo parecido ocurre con el código televisivo: aburre porque no exige nada.) Me parece que en estos casos se avanza sobre la libertad del lector. Y eso ocurre porque antes el autor mismo se metió en una caja. Si el autor escribe pensando en complacer a los papás, los maestros o los editores, está frito. Entre otras cosas porque le sería imposible abarcar una gama tan variada de buenas intenciones, incluso muchas veces antagónicas. La oferta del mercado es hoy lo bastante amplia como para que quien oficie de mediador le proponga al chico lo que cree que es bueno. Bueno para sí, para él como lector adulto, no lo «adecuado». Siempre corre el riesgo de no acertar y que el chico le tire el libro por la cabeza, pero ese riesgo lo corre cualquiera que recomiende un libro a un amigo. El problema es que todos los adultos dicen «leé, nene» pero no son muchos los que leen. Y quien no lee, tampoco dispone de criterios de selección propios. Que serán rígidos o modificables, compartidos o rechazados, pero son criterios al fin. Sirven para orientar, confrontar, discutir, hacer que el lector se sienta acompañado y no perdido en la maraña. Es llamativo lo poco que se discrimina en las escuelas con relación a la calidad. A veces el autor tiene la sensación de que podría escribir mucho peor y sería igualmente festejado. También me llama la atención que en algunas escuelas se alienten las maratones de lectura, como si lo importante fuera hacerle leer al chico una gran cantidad de libros ya, y no ayudarlo a desarrollar en paz su propio gusto para que sea un lector feliz en el futuro.

Fuente: http://www.cervantesvirtual.com/
Información sobre la autora

sábado, 13 de junio de 2015

jueves, 11 de junio de 2015

El problema de los géneros discursivos, por Mijail Bajtín

Hola a todas y todos,
aquí les dejo el inicio del capítulo que comentamos durante la clase. Al final encontrarán un enlace para descargar el texto completo.


EL PROBLEMA DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Y DEFINICIÓN DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS


(...) "El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su composición o estructuración. Los tres momentos mencionados ‑el contenido temático, el estilo y la composición‑ están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos."


Para seguir leyendo, descargá el texto completo desde este enlace.

lunes, 1 de junio de 2015

La gran ocasión (por Graciela Montes)


VALE LA PENA. Leer vale la pena... Convertirse en lector vale la pena... Lectura a lectura, el lector – todo lector, cualquiera sea su edad, su condición, su circunstancia…– se va volviendo más astuto en la búsqueda de indicios, más libre en pensamiento, más ágil en puntos de vista, más ancho en horizontes, dueño de un universo de significaciones más rico, más resistente y de tramas más sutiles. Lectura a lectura, el lector va construyendo su lugar en el mundo.
Para continuar con la lectura hacé click acá o acá.

La lectura desde la perspectiva sociocultural (por Daniel Cassany)


sábado, 16 de mayo de 2015

Bibliografía para la clase del 21/05

Hola a todas y todos,

Aquí les dejo un link para descargar el texto para la clase del jueves 21/05.

Daniel Cassany (1993): "¿Qué es el código escrito?", en Describir el escribir. Barcelona. Paidós. pp. 29-49.

En este capítulo el autor amplía la noción tradicional sobre el código escrito, es decir, el punto de vista centrado en el estudio de la ortografía, la morfología, la sintaxis y el léxico, con aportes que provienen de la Lingüística textual y que centran su atención sobre la adecuación, la cohesión y la coherencia.

ACTIVIDAD OBLIGATORIA:

Para el jueves seleccionar una o dos citas textuales con alguna idea que te haya parecido interesante -iluminadora o problemática- y quieras compartir.

Sobre la interpretación de los textos

Hola a todas y todos!
Siguiendo los consejos de Daniel Cassany, "Al leer no basta con comprender lo que se dice, sino que debemos interpretarlo." Esto no significa que podamos deducir o inferir cualquier idea a partir de la lectura de cualquier texto:
"Interpretar significa valorar críticamente el texto: darle el sentido real que tiene en nuestra comunidad y utilizarlo provechosamente en nuestro día a día. Implica tener respuestas para preguntas como: ¿es cierto?, ¿me fío?, ¿lo pongo en práctica?, ¿estoy de acuerdo?, etc." (Cassany, D.: "10 claves para aprender a interpretar", pp. 1-2. Leer online. Descargar)

No dejen pasar la oportunidad de leer y aprender algunas ideas fundamentales que se exponen en el artículo de Daniel Cassany. Acá les dejo el índice:




  • Algunas reflexiones para empezar…
  • ¿Quién es el autor?
  • ¿Qué pretende?
  • ¿Dónde y cuándo se ha publicado?
  • ¿De qué tipo de texto se trata?
  • ¿Qué tipo de información aporta?
  • ¿Qué datos se destacan y se minimizan?
  • ¿Qué es lo que se da a entender?
  • ¿A quién se cita y a quién no?
  • ¿Qué palabras utiliza el texto?
  • ¿Cuál es tu opinión?

viernes, 15 de mayo de 2015

Literatura con vallas


El ómnibus se detuvo en el kilómetro doscientos once. Marisa bajó y el chofer también, para entregarle su equipaje. Cuando el ómnibus retomó su marcha Marisa empezó a caminar. Eran parajes de tierras rojizas. Ignoro por qué tenían este color; en verdad no sé nada de geología.

Marisa caminó un par de kilómetros y se sentó a descansar sobre su equipaje. Ignoro si hacía calor o frío porque no sé nada de meteorología (además yo no estaba allí). Marisa quería levantarse y seguir su camino, pero tenía dolores en la pelvis. Nada puedo decir, por desgracia, sobre el origen de estos dolores, porque carezco de los más elementales conocimientos de ginecología.

Mariza hizo acopio de fuerzas y se levantó. Para orientarse mejor sacó de su bolso unos binoculares (o quizá fuera un catalejo; no sé nada sobre instrumentos ópticos) y echó una ojeada a los confines de su visibilidad. Avistó una figura humana, mosqueando en el horizonte. Caminó hacia ella. La figura caminaba a su vez hacia Marisa. Esto es lo que creo, aunque no me respalda en ello ningún conocimiento de geometría.

Unos minutos después la figura se hizo reconocible para Marisa. Era un hombre. Andaba casi desnudo y estaba peinado y maquillado con arreglo a las normas vigentes en el grupo humano, tribu, clan o a lo que fuera que él pertenecía. No quiero dar detalles sobre esto por miedo a meter la pata, ya que no sé absolutamente nada de antropología.

Cuando lo tuvo cerca, Marisa sacó su cámara fotográfica. Creo que se puso a regular el fotómetro, y no sé cuántas cosas más. Marisa era una excelente fotógrafa, pero yo no solamente no lo soy sino que no tengo la más puta idea de cómo se saca una foto. Parece que aquel hombre tampoco la tenía, porque cuando vio el artefacto se asustó. Se acercó a Marisa y le arrancó la cámara de las manos. No conforme con esto, le arrancó también la ropa y —ya con más delicadeza— se sacó él mismo la poca que traía puesta.

Entonces ocurrió algo que que me veo incapacitado de describir, quizá por falta de experiencia personal en la materia. No sé nada sobre sexo, y creo que por ahí corría el asunto. (Perdón si en algún momento me expreso de forma confusa o incorrecta; es que no sé nada de gramática.) En verdad la única disciplina que domino es la literatura. Sinceramente, creo que sé más que nadie en esta materia. Pero ya no puedo escribir más, lo siento. Mi falta de formación en otras disciplinas me lo impide, interponiéndose constantemente entre mi pluma y mis lectores. Esta traba merecería de mi parte, sin duda, un profundo estudio, pero yo no lo puedo hacer porque no sé nada de epistemología.

Sólo me queda entonces decir adiós, y gracias (no sé si corresponde despedirme así; perdón, pero es que no sé nada sobre modales).

Leo Masliah. www.leomasliah.com
La tortuga y otros cuentos (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1990)

miércoles, 13 de mayo de 2015

La Biblioteca de Babel, por Jorge Luis Borges

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.


El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.


El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)


Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.


Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.


También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.


Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.

FIN

Este cuento fue publicado por primera vez en la colección de relatos El jardín de senderos que se bifurcan (1941)(leer online) y más tarde fue incluido en Ficciones (1944).

sábado, 9 de mayo de 2015

LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO Y EL APRENDIZAJE, por Alejandro Dolina

La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero. Entre las cosas que parecen acelerarse figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.
En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: "....haga el bachillerato en 6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas, avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos....."
 Quizá se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas.
Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.
¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.
A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las "señoritas livianas", los concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que no ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.
Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas. O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros.
Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio. Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando "Desde el Alma" sin conocer la escala de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro.
Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa. Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente. Gane mucho "vento" sin esfuerzo ninguno.
No me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable.  ¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera! (…)


Contenido de la Unidad I

  • Qué es leer.
  • La lectura como práctica social. 
  • La lectura como proceso.
  • Propósitos del lector. 
  • La dimensión social, su función y sentido pragmático. 
  • Leer para escribir. 
  • Noción de género discursivo. 
  • La escritura como práctica social. 
  • El proceso de escritura: planificación, elaboración y revisión recursiva de los textos. 
  • Escritura creativa y escritura pautada. 
  • La lengua oral en contextos informales y formales. 
  • Adecuación al contexto de emisión. 
  • Diferencias contextuales y textuales entre lengua oral y lengua escrita. 
  • Aspectos relevantes de la oralidad.

viernes, 8 de mayo de 2015

Una ayuda para la toma de notas

Hola a todas y todos,
el otro día durante la clase puede ver que la mayoría estaba tomando apuntes o notas. En relación con este tema encontré algo en la web que tal vez pueda sernos útil.
Se trata de una guía elaborada por una institución extranjera, aunque proviene de un texto original en inglés. En cualquier caso, pienso que nos puede orientar para mejorar nuestros apuntes. Clik acá para acceder a la guía.

jueves, 7 de mayo de 2015

La tortuga (Leo Masliah)

Salí a caminar porque me sentía solo y el tedio me abrumaba. Afuera el sol resplandecía. Las nubes también pero más oscuros. Llegué al parque y me llené los bronquios de aire pura. Los ojos de los árboles se movían a impulso de una brisa fresca y delicado que hacía tintinear además los esqueletos de algunos insectos muertas contra fragmentos de botellas rotos. Me acerqué al lago y vi que una tortuga trataba de avanzar por el barro pugnando por llegar hasta el agua. No la dejé. Su caparazón era duro y su semblante inteligente y serena. Me la llevé para casa, a fin de paliar mi soledad. Cuando llegamos la puse en la bañera y me fui a buscar en la biblioteca un libro de cuentas para leerle. Ella escuchó atento, interrumpiéndome de vez en cuando para pedirme que repitiera alguna frase que le hubiese parecido especialmente hermoso. Luego me dio a entender que tenía hombre y ya me fui nuevamente al lago a buscar alga que le resultara apetecible. Recogí pasto y una planta de ojos verdes oscuras. También junté algún hormiga, por si acaso. De nuevo en casa, fui a llevar las cosas al baño, pero el tortuga no estaba allí. Lo busqué por todas partes, en el ropero, la refrigeradora, entre los sábanos, alfombras, vajillo, estantes, pero no hubo casa, no lo encontré. Entonces me vinieron deseos de ir al baño y los hice, pero cuando tirábamos la cadena comprobaste que el inodoro estaba tapada. Se les ocurrió entonces que the tortuga podía haberse metida allí. ¿Cómo rescatarlos? Salí de casa y caminé hasta encontrar una alcantarilla. Levantéi la tapa y me metisteis ahí. No habían luces. Caminéi. Los pies se me mojarán. Una rata morderói. Yo seguéi. "¡Tortuguéi, tortuguéi!", gritéi. Nodie contestoy. Avancex. Olor del agua no ser como la del lago. "¡Tortugúy, vini morf papit!", insistiti. Ningún resultoti. Expedición fútil.Salí del cantarillo y en casa me limpí y me preparó cafés. Lo tomés a sorbo corta, mirondo televicián. En sópito ¿qué vemos in pantalla? Tortugot. "¿Cómo foi a parar alá?", le preguntete. Y ella dijome ofri con dichosa contestaçao: "No por Allah: Budapest. Corolarius mediambienst cardinal e input fosforest". A la que je la contesté "bon, but mut canalis et adeus, Manuelita"."¡Nai, nai!", dictio tort, "eu program mostaza interesting"."Demostric", pidulare.Tons turtug bailó, candó, concertare, crobacía y magiares, asta que yo poli me zzz.

Leo Masliah 
Fuente: http://www.imaginaria.com.ar/12/0/masliah.htm


Para pensar...¿qué está pasando con la escritura en este cuento?

Primera clase_Bibliografía

Hola a todas y todos:

Aquí les dejo un enlace para descargar el texto de Maite Alvarado.
Y otro para descargar el ensayo de R. Piglia.

En otra entrada el cuento La tortuga, de Leo Masliah

Saludos, 
El profe_

lunes, 4 de mayo de 2015

Para ir entrando en tema...

Hola a todas y todos,

El primer tema de la unidad I refiere a la "lectura" ¿Alguna vez se han preguntado qué es leer? ¿Y sobre los enfoques teóricos que hay acerca del tema?
Un primer paso para abordar este asunto puede ser escuchar y ver a Daniel Cassany, hablando de la lectura desde un enfoque sociocultural.
Espero que les guste.


domingo, 3 de mayo de 2015

Bienvenid@s al blog de LEO

Hola a todas y todos!
Esta primera entrada es simplemente para ir tomando contacto y para contarles que este blog será un espacio para compartir lecturas y comentarios sobre los temas que trabajaremos a lo largo de este año.
Espero que, poco a poco, el blog se vaya poblando de contenido y comentarios.
Saludos a tod@s y bienvenidos al blog!
El profe_